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viernes, 14 de mayo de 2010

LUZ AMBAR (Relato de Augusto Llosa Giraldo)

LUZ AMBAR

(Relato)


Caminábamos distraídos y un poco presurosos por una senda angosta de tierra dura, cuyo borde estaba rodeado de yerbasantas que expelían un aroma fragancioso y penetrante; pacaes y sauces adornaban la vera, mientras que en el cielo pendía una luna llena resplandeciente, debajo del cual se vislumbraba su luz en perspectiva de norte a sur. Asimismo se podía divisar claramente el campo lleno de rocío, y escuchar el clásico croar de los sapos en la orilla de una acequia.

Era una madrugada de un día de verano, cerca de las cuatro, el pequeño grupo se desplazaba distraído en tanto que yo conversaba con mi hermano menor, cuando de pronto pude observar en el cielo una titilante luz que “corrió” sorpresivamente y se detuvo. Pensé: ¿debe ser un avión?- Seguí observando, mientras los demás no se percataban de lo que sucedía. El punto de luz ya fijo en mis ojos volvió a correr en zig zag y a gran velocidad se detuvo nuevamente. Había crecido en tamaño, entonces me dije: ¿un avión no se detiene en el espacio? y tiene esa rara luz que atrae- ¿y sí fuera un satélite?, tampoco ¿Qué será entonces?, me pregunté. Era evidente que me impresionó su característica y color muy extraño.

Seguimos avanzando, mientras en silencio caminaba con la mirada puesta en el cielo, abstraído completamente de los demás, en tanto que el objeto de luz crecía y crecía a cada instante. A estas alturas de mi sorpresa no pude contener mi emoción o miedo, que nunca logré definir; entonces, levantando la mano, grité: “Miren allá arriba, en el cielo”. Nos detuvimos entre sorprendidos y asustados, contemplando maravillados lo que parecía ser una nave que emitía una luz multicolor que iluminaba todo el firmamento. La impresión fue tan grande para nosotros que al verlo relativamente tan cerca, el miedo paralizó a mis acompañantes, y otros optaron por buscar refugio dentro de la acequia que por ese entonces estaba seca, sin agua. Yo, mientras, deslumbrado y perplejo solo atiné a decir: “Es un Platillo Volador y nos va a llevar”. La extraña nave silenciosamente aumentaba en tamaño y cambiaba de colores, cuando de pronto se detuvo girando de izquierda a derecha irradiando una luz metálica muy intensa que oscilaba entre el color ámbar, amarillo, violeta, rojo, azul..., bastaron unos segundos para que de un ¡zas¡ repentino y fulgurante desapareciera del firmamento a la velocidad de la luz.

Fue un avistamiento espectacular, jamás imaginado y cada vez que recuerdo me siento privilegiado por esta inolvidable experiencia que pocos humanos han vivido, y estoy seguro que nunca más podré presenciar otro igual.

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