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sábado, 29 de enero de 2011

EL DUENDECILLO.- Por Augusto Llosa Giraldo



EL DUENDECILLO

Uno de los hechos inexplicables y más fascinantes que he experimentado en mi niñez, ha sido la aparición de un pequeño duendecillo, cuando en una noche por casualidad lo contemplé sorpresivamente. Estoy seguro que nadie me creerá, o dirán que es un invento mío, o simplemente  un cuento de los tantos que se ha escrito sobre los duendes, o gnomos.

“Era una  noche tediosa de verano, y digo que era verano por los zancudos fastidiosos que por esas temporadas de lluvia y agua abundan en la zona. Mi madre  como de costumbre en casa, ante cualquier imprevisto dòmestico me mandaba como hijo mayor  a comprar en el “tambo” de la Sra. Chang, que se encontraba a la entrada de la calle, a una distancia mas o menos de 100 metros. Por esos tiempos no había luz eléctrica en el lugar en donde vivíamos y para llegar a la pequeña tienda  teníamos  que pasar por un pequeño puente de palos que sobre la acequia existía y daba paso a los lugareños.
Dicho puente se encontraba  a unos 20 metros de la calle principal que tenia el último poste de alumbrado público.  Dicha calle y el puente  formaban una L, mientras que   luz tenue, dèbil apenas si reflejaba su luz en ese lugar.

Seria alrededor de las ocho de la noche, cuando salí de casa a comprar kerosene para las lámparas, para ello, mis padres salían a la puerta  con una linterna de mano para alumbrarme hasta donde llegaba su luz, lo hacían para que yo no tenga miedo, ya que el calle estaba en medio de una floresta de sauces, pacaes y naranjas, bastante estrecha.
Caminé como siempre apurado y al llegar al mencionado puente, sentí que algo se movía en  la acequia, que por cierto ese día no llevaba agua, y al voltear la cabeza hacia el lado derecho, pude observar con el halo de la luz que se filtraba  por entre las hojas de plàtano, que debajo de la acequia,habia   un pequeño hombrecillo que vestía un terno color oscuro de unos 50 centímetros de tamaño, quien  con una de sus  manos  regordetes me llamaba para que yo le prestara atención.
Al verlo me quedé, paralizado, estupefacto y poco a poco el miedo me fue atrapando, y  no podía  gritar. Entonces  al verme mis padres que no me movía del lugar, mi madre comenzó a correr  gritando por mi nombre, preocupada, detrás le seguía mi padre con la linterna, ya que era un hombre tímido y miedoso. En ese instante el duendecillo desapareció de mis ojos como por arte de magia.
Me encontraron frío, helado, con los ojos desorbitados tratando de balbucear palabras pero solo me salía espuma de la boca.  Al verme mi madre me abrazó y yo haciendo un esfuerzo, antes de desmayarme levanté una de mis manos y con el dedo índice señalaba el lugar en donde el hombrecillo había tratado de llevarme,
Mi padre me cargó, y de inmediato llamaron a los vecinos para contarle  lo sucedido. Una de las comadres de mi madre le aconsejó que para que yo recupere el habla, tenía que tomar un caldo de cresta de un gallo de corral
No recuerdo cuanto tiempo estuve inconsciente, pero al recuperar la lucidez, me di cuenta que en  mi  cuello colgaba una cresta roja del gallo sacrificado.

miércoles, 26 de enero de 2011

TORTUGAS EN EL RECUERDO . Por Augusto Llosa Giraldo.

TORTUGAS EN EL RECUERDO
Santa Marìa  Magdalena, Patrona de Casma, en Tortugas-  2010
en la Fiesta Patronal de San Pedro.

Para: Giancarlo Vílchez Agurto, joven talento casmeño.


Para muchos casmeños, desde muy niños casi siempre Tortugas ha sido un referente obligado en el verano para pasar las vacaciones y refrescarnos un poco del agobiante calor de la ciudad y del stress cotidiano.
Tortugas con sus aguas calmas color verde esmeralda, te invita al sosiego y a compartir inolvidables días. A disfrutar del refrescante chapuzón de la media mañana. Ha saborear un rico ceviche de pescado blanco con mariscos, o un jugoso de Tramboyo con ciños en el almuerzo, y en las tardes realizar largas caminatas con amigos por la bahía o por San Germàn, El Inca, Huaynunà, o visitar en una embarcación La Gramita, o San Bernardino

Allá por los años 70 pude disfrutar mi adolescencia y posterior juventud en este regazo de ensueño, lugar en ese entonces todavía apacible y de pocas viviendas mayormente rusticas que hoy solo es el recuerdo. Eran los años maravillosos del rock, las baladas, el soul y las primeras cumbias de “Los Destellos”…
Si la familia o los amigos decidían visitar el balneario el fin de semana, los preparativos eran minuciosos que llevaba a cada uno de los niños o jóvenes a realizar méritos y a cumplir con cada una de las obligaciones a riesgo de ser castigado y quedarse en casa.

Pero para mi, los mejores años que pasé en Tortugas, fueron aquellos que los disfruté por varios meses en el invierno de los años 2006 - 2007, en las instalaciones de El Farol, cuando era administrado por mi amigo “Santiago” Hermitaño, con quien compartí una amistad por mas de treinta largos años.
Recuerdo también que este lugar me  inspirò muchos poemas y relatos, asimismo aquí comencé a ordenar y a pasar en “limpio” mis primeros escritos luego de recuperar mi Libertad después de cinco años de injusta prisiòn en Yanamayo – Puno.

Cómo poder olvidarlo…