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martes, 26 de octubre de 2010

"EL CUARENTA Y SIETE" - Relato de Sara Isabel Saenz Ramos.

La escritora casmeña Sara Saènz Ramos, nos ofrece
este libro, cuya portada observamos.

EL CUARENTA Y SIETE

 Fue Un sábado, setiembre del 2001. El día había amanecido gris, pero, poco a poco, el cielo se fue despejando. A las diez de la mañana ya se presentaba un sol empeñoso, en ascenso hacia el cielo azul, transparente. ¿Era un cuadro pintado al fresco?

Fue al azar que pasé, en este momento, por la Plaza de Armas, camino rutinario a mi casa, cuando me percaté que la avenida Nepeña se hallaba despejada y en la pista solo había ciclistas por uno y otro lado. Destacaba Juan López, añejo ciclista. Más allá, uno, dos, tres, cuatro pasos, muy apresurados, otros ciclistas.

Una mesa, una silla, un trofeo amarillo, radiante y varios dirigentes de la Liga de Ciclismo, provenientes de Lima. Voces, pitos, motocar, triciclos y vendedores de refrescos  y cebiche al paso.

Remolino de gente apostada a ambos lados de la avenida. La Plaza de Armas, limpia, bella  e inmutable al acontecimiento, se dedica a mostrar sus flores y verdor.

Los ciclistas en fila, como dos docenas, y un personaje a un lado, joven de rostro alegre, piel blanca, pelo castaño, pálido prototipo de la capital, con un banderín en la mano, semejante a un damero, darían la señal de partida al iniciarse en la Plaza de Armas, calle Huarmey, el perímetro del mercado y luego avenida Nepeña. Son 30 vueltas –me dijo el señor López – con voz ronca.

¡Se inicia la carrera¡ pasan  la curva de la plaza, luego la segunda y tercera de la calle Huarmey  y finalmente la avenida Nepeña. Ya dieron la primera vuelta y el número 47 adelante y el 43 a su lado y un conglomerado muy empeñoso atrás.

Ya dieron las 15 vueltas y el 47 siempre adelante y el 43 rezagado  ¡Dios mío, un anciano  se cruza¡ ¡Diablos, un perro también¡. Luego el vendaval de ciclistas, excesivamente  atrasados.

Ya dieron las  29 vueltas  y el 47 siempre adelante, sólo,  y los otros muy atrás demasiado lejos. Al 43 ya no lo veo. ¿Dónde estará?

Ya se completaron las 30 vueltas, y a lo lejos aparece el 47  cruzando raudamente la meta. Estallan aplausos, luego abrazos de felicitación. Yo también me acerqué y lo felicité, porque impactaba el muchacho. Soy de Lima – me dijo -  sonriendo. Era joven, tal vez 17 años,  como de 1.70 de estatura, delgado, quizá de 58 kilos de peso.

Llegaron y tomaron fotos, entrevistas, el 47 con el trofeo bien en alto, más fotos todavía en la puerta de la Municipalidad.

El alcalde, muy alegre, dirigió unas palabras de felicitación, luego estallaron en ruidosas carcajadas ¡Es la fraternidad¡

Yo lo viví. Me alejo de la plaza. Las flores, los colores y el verdor, quedaron atrás. Un sol  en lo alto presenta el azul cielo. Las calles se entrecruzan por uno y otro lado, formando líneas largas y transversales que se desvanecen tras de mi.

¡Casma, Casma¡ Resuena en el valle, con su gente generosa en cada calle. Digo: Bienvenido a la ciudad del eterno sol.

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