LEYENDA DEL ORIGEN DE LAS HUELLAS DEJADAS EN LAS ROCAS DEL TEMPLO ARQUEOLOGICO DE SECHÌN
Hace muchos, muchísimos años sucedió, un día cualquiera, en un lugar cualquiera de nuestra ceja de selva. Huangana, un solitario guerrero se hallaba de cacería, de pronto al mirar hacia lo alto del farallón, un cerro de roca que se elevaba perpendicular hacia las nubes, vio algo que llamó poderosamente su atención, una gran ave del tamaño de un cóndor, adherida a la gran pared de granito con sus poderosas garras, sobaba frenéticamente en la pared lisa con una rama verde en el pico. Absorto, miraba la acción del gran pájaro mientras esperaba su presa, subido en un frondoso árbol, cerca de un comedero que previamente preparó.
De pronto escuchó en la espesura del monte real, el sonido característico de un animal acercándose, apareciendo de súbito un hermoso samaño, que luego de dar espectacular salto, murió sin exhalar un gemido ante la certera puntería de la flecha disparada por el guerrero, contento, lanzó un estridente y gutural alarido de triunfo, luego cargó su presa, retornando a su choza de humiro.
Esa noche el guerrero no pudo conciliar el sueño, pensando en la rara actitud de la gran ave, por tanto apenas apareció por el occidente el astro Rey, se encaminó al lugar motivo de su insomnio, al llegar, su asombro no tuvo limites, la gran ave estaba casi oculta en el forado que estaba haciendo en la pared de roca, al acercarse al pie del farallón, junto a un montón de ramas destrozadas y húmedas de un raro olor, se hallaba un montón de arena gruesa. Para el guerrero no le fue difícil deducir el origen de la cantidad de forados que había en la pared del acantilado donde pululan aquellas grandes aves.
En su primitiva imaginación germinó la curiosidad de investigar a fondo su descubrimiento, por lo que resolvió quedarse en aquellos parajes de paisajes de belleza sin igual. Pasaron varios días antes de descubrir que las misteriosas ramas utilizadas por la gran ave, no existían en su región, descubriendo que procedían de la “selva baja”. Resulta que esas grandes aves eran de carne muy agradable, manjar apetitoso para los habitantes de aquellos tiempos, sus polluelos eran depredados por animales rastreros y ofidios, por lo que en su instinto de conservación, hacían sus nidos en aquellos farallones, gracias a las facultades donadas por la sabia naturaleza.
Con paciencia propia del indio, logró capturar viva una de esas grandes aves, observando que bajo su pico tenían algo parecido a un buche, al presionarlo notó que por su pico resbalaba un liquido viscoso, inmediatamente cogiò un pedazo de la rama utilizada por el ave para hacer su nido, y ¡Oh sorpresa! La piedra se desgranaba como arenilla al contacto de la reacción química producida por el líquido segregado por el ave con la misteriosa rama.
Después de un tiempo de estar alejado de su tribu, regresó alegre a su pago con la intención de darles a conocer de su descubrimiento. Al llegar tuvo una desagradable, triste y dolorosa sorpresa, su bella india compañera, sus dos hijos y el resto de su tribu había sido asolada por una belicosa tribu nómada. Una terrible ira brotó de su primitivo corazón, y su alma guerrera le obligó a prepararse para la gran venganza.
Después de seguir un buen tiempo sus huellas, los descubrió a orillas de un caudaloso río, la hermosura del lugar y su lujurioso verdor, no eran percibidos por Huangana, su mente y sus ojos inyectados de sangre solo esperaban el momento de saciar su sed de venganza.
Espero pacientemente que el negro manto de la noche cubriera el hermoso verdor de la selva para atacar. Cuando notó que el silencio era total en el campamento, con la sutileza propia de un felino, fue acercándose armado de su porra, arma compuesta por un fuerte palo de chonta, en cuya punta había asegurado con resistente cabulla una afilada piedra. De pronto irrumpió como un vendaval diezmando a casi la mitad de ellos. Ante la natural reacción de los atacados, consciente de la imposibilidad de terminar con todos sus enemigos, amparado por la negrura de la noche, mal herido, logró huir.
En sus vigilias descubrió que lo perseguían y que al final darían con él, por lo que decidió fugar de aquella maldita región.
Llegó al lugar donde tenia en cautiverio seis de las grandes aves, que a pesar de su gran tamaño, eran completamente inofensivas, les extrajo lo que pudo del liquido que segregaban, llenándolo en un deposito de pellejo curtido por el sol, tomó un atado de las misteriosas ramas que había traído de la selva baja y fugó.
Después de mucho caminar, traspasando los nevados cerros llegó a la costa, justo por la zona que ahora es Casma, que no hacia mucho tiempo había sido invadida por los guerreros Sichis, enseñoreados en estos lugares.
Como el aspecto de nuestro héroe era el de un fiero guerrero, fue atacado por un grupo de guerreros Sechinenses, quienes fueron sucumbiendo uno a uno ante la destreza y fortaleza descomunal de Huangana, de inmediato fue rodeado por un grupo mayor de Sechinenses y cuando se aprestaban ir sobre Huangana, para ultimarlo, llegó el cacique, quien viendo la valentía del extranjero, ordenó no hacerle daño, ofreciéndole su amistad. Huangana percatándose de la generosidad de su captor, pidió hablar con el Jefe Supremo.
En esos tiempos, a pesar de su primitiva condición, tenían un alto sentido del honor. Por la generosa recepción que le hizo el Jefe Supremo, el guerrero resolvió darle a conocer su descubrimiento.
Después de escuchar atentamente a Huangana, ordenó a sus guerreros traer una roca plana y en privado, Huangana hizo una increíble demostración.
El Jefe Supremo se mostró maravillado ante tal portento; días después organizó una gran expedición, compuesta de gran cantidad de guerreros con la intención de traer muchas de las grandes aves para criarlas en cautiverio, y de la selva baja, plantas y semillas de los arbustos, cuyas ramas al contacto con el liquido segregado por las grandes aves, daban origen a tal maravilla.
Cerca de la región de los altos farallones, fueron sorprendidos por varias tribus nómadas que se habían unido en busca de Huangana.
El choque fue salvaje y sangriento, después de varias horas de encarnizada lucha, los Sechinenses destrozaron a las tribus nómadas. Huangana pese a ser valiente, fuerte y fiero guerrero, quedó impresionado ante la ferocidad y crueldad demostrada por los guerreros Sechinenses, al verlos como a los vencidos les sacaban los ojos haciendo sartas de ellos, partían los cráneos, comiéndose los sesos aun palpitantes, partían los cuerpos por la mitad para seguir desmembrándolos; a otros los abrían desde la garganta y a usanza del mejor cirujano, les extraían limpiamente intactos, desde el esófago, estomago, intestinos, hasta el colon.
Huangana no imaginaba la existencia de tal ferocidad y crueldad, sobre todo cuando vio que a algunos de sus enemigos, estando vivos, les cortaban las orejas, la lengua, los brazos, las piernas, hasta que el infeliz moría.
Después de este dramático suceso regresaron a su lar, la región que mas tarde en la historia tomaría el nombre de CASMA, con su precioso cargamento, compuesto de muchas grandes aves y enormes atados de las maravillosas plantas extrañas, pero no trajeron semillas pues no era su época, quedando en volver en otra ocasión.
Días después, Huangana propuso al Jefe Supremo grabar en las rocas, las vivencias realizadas por sus huestes en la reciente aventura, para perennizar las proezas de los guerreros Sichis. Como éste era el deseo del Jefe Supremo, accedió de buena gana.
Es así como Huangana, apoyado por un grupo de Sechinenses con alma de artistas, plasmaron en las rocas bajo su hábil dirección todas las feroces vivencias guerreras, fue un arduo trabajo de mucha paciencia, habilidad y buen gusto. Finalmente al contemplarlas el Jefe Supremo se mostró muy complacido, ordenando pilcarlas para que sean observadas por propios y extraños.
Este recinto mas tarde fue convertido en Templo de Ceremonias “Mudo testigo de una estirpe de feroces guerreros”
Pasado el tiempo, esta zona de la costa, fue asolada por una extraña peste que terminó con todos sus habitantes.
EPILOGO
Hace muchos, muchísimos años sucedió, un día cualquiera, en un lugar cualquiera de nuestra ceja de selva. Huangana, un solitario guerrero se hallaba de cacería, de pronto al mirar hacia lo alto del farallón, un cerro de roca que se elevaba perpendicular hacia las nubes, vio algo que llamó poderosamente su atención, una gran ave del tamaño de un cóndor, adherida a la gran pared de granito con sus poderosas garras, sobaba frenéticamente en la pared lisa con una rama verde en el pico. Absorto, miraba la acción del gran pájaro mientras esperaba su presa, subido en un frondoso árbol, cerca de un comedero que previamente preparó.
De pronto escuchó en la espesura del monte real, el sonido característico de un animal acercándose, apareciendo de súbito un hermoso samaño, que luego de dar espectacular salto, murió sin exhalar un gemido ante la certera puntería de la flecha disparada por el guerrero, contento, lanzó un estridente y gutural alarido de triunfo, luego cargó su presa, retornando a su choza de humiro.
Esa noche el guerrero no pudo conciliar el sueño, pensando en la rara actitud de la gran ave, por tanto apenas apareció por el occidente el astro Rey, se encaminó al lugar motivo de su insomnio, al llegar, su asombro no tuvo limites, la gran ave estaba casi oculta en el forado que estaba haciendo en la pared de roca, al acercarse al pie del farallón, junto a un montón de ramas destrozadas y húmedas de un raro olor, se hallaba un montón de arena gruesa. Para el guerrero no le fue difícil deducir el origen de la cantidad de forados que había en la pared del acantilado donde pululan aquellas grandes aves.
En su primitiva imaginación germinó la curiosidad de investigar a fondo su descubrimiento, por lo que resolvió quedarse en aquellos parajes de paisajes de belleza sin igual. Pasaron varios días antes de descubrir que las misteriosas ramas utilizadas por la gran ave, no existían en su región, descubriendo que procedían de la “selva baja”. Resulta que esas grandes aves eran de carne muy agradable, manjar apetitoso para los habitantes de aquellos tiempos, sus polluelos eran depredados por animales rastreros y ofidios, por lo que en su instinto de conservación, hacían sus nidos en aquellos farallones, gracias a las facultades donadas por la sabia naturaleza.
Con paciencia propia del indio, logró capturar viva una de esas grandes aves, observando que bajo su pico tenían algo parecido a un buche, al presionarlo notó que por su pico resbalaba un liquido viscoso, inmediatamente cogiò un pedazo de la rama utilizada por el ave para hacer su nido, y ¡Oh sorpresa! La piedra se desgranaba como arenilla al contacto de la reacción química producida por el líquido segregado por el ave con la misteriosa rama.
Después de un tiempo de estar alejado de su tribu, regresó alegre a su pago con la intención de darles a conocer de su descubrimiento. Al llegar tuvo una desagradable, triste y dolorosa sorpresa, su bella india compañera, sus dos hijos y el resto de su tribu había sido asolada por una belicosa tribu nómada. Una terrible ira brotó de su primitivo corazón, y su alma guerrera le obligó a prepararse para la gran venganza.
Después de seguir un buen tiempo sus huellas, los descubrió a orillas de un caudaloso río, la hermosura del lugar y su lujurioso verdor, no eran percibidos por Huangana, su mente y sus ojos inyectados de sangre solo esperaban el momento de saciar su sed de venganza.
Espero pacientemente que el negro manto de la noche cubriera el hermoso verdor de la selva para atacar. Cuando notó que el silencio era total en el campamento, con la sutileza propia de un felino, fue acercándose armado de su porra, arma compuesta por un fuerte palo de chonta, en cuya punta había asegurado con resistente cabulla una afilada piedra. De pronto irrumpió como un vendaval diezmando a casi la mitad de ellos. Ante la natural reacción de los atacados, consciente de la imposibilidad de terminar con todos sus enemigos, amparado por la negrura de la noche, mal herido, logró huir.
En sus vigilias descubrió que lo perseguían y que al final darían con él, por lo que decidió fugar de aquella maldita región.
Llegó al lugar donde tenia en cautiverio seis de las grandes aves, que a pesar de su gran tamaño, eran completamente inofensivas, les extrajo lo que pudo del liquido que segregaban, llenándolo en un deposito de pellejo curtido por el sol, tomó un atado de las misteriosas ramas que había traído de la selva baja y fugó.
Después de mucho caminar, traspasando los nevados cerros llegó a la costa, justo por la zona que ahora es Casma, que no hacia mucho tiempo había sido invadida por los guerreros Sichis, enseñoreados en estos lugares.
Como el aspecto de nuestro héroe era el de un fiero guerrero, fue atacado por un grupo de guerreros Sechinenses, quienes fueron sucumbiendo uno a uno ante la destreza y fortaleza descomunal de Huangana, de inmediato fue rodeado por un grupo mayor de Sechinenses y cuando se aprestaban ir sobre Huangana, para ultimarlo, llegó el cacique, quien viendo la valentía del extranjero, ordenó no hacerle daño, ofreciéndole su amistad. Huangana percatándose de la generosidad de su captor, pidió hablar con el Jefe Supremo.
En esos tiempos, a pesar de su primitiva condición, tenían un alto sentido del honor. Por la generosa recepción que le hizo el Jefe Supremo, el guerrero resolvió darle a conocer su descubrimiento.
Después de escuchar atentamente a Huangana, ordenó a sus guerreros traer una roca plana y en privado, Huangana hizo una increíble demostración.
El Jefe Supremo se mostró maravillado ante tal portento; días después organizó una gran expedición, compuesta de gran cantidad de guerreros con la intención de traer muchas de las grandes aves para criarlas en cautiverio, y de la selva baja, plantas y semillas de los arbustos, cuyas ramas al contacto con el liquido segregado por las grandes aves, daban origen a tal maravilla.
Cerca de la región de los altos farallones, fueron sorprendidos por varias tribus nómadas que se habían unido en busca de Huangana.
El choque fue salvaje y sangriento, después de varias horas de encarnizada lucha, los Sechinenses destrozaron a las tribus nómadas. Huangana pese a ser valiente, fuerte y fiero guerrero, quedó impresionado ante la ferocidad y crueldad demostrada por los guerreros Sechinenses, al verlos como a los vencidos les sacaban los ojos haciendo sartas de ellos, partían los cráneos, comiéndose los sesos aun palpitantes, partían los cuerpos por la mitad para seguir desmembrándolos; a otros los abrían desde la garganta y a usanza del mejor cirujano, les extraían limpiamente intactos, desde el esófago, estomago, intestinos, hasta el colon.
Huangana no imaginaba la existencia de tal ferocidad y crueldad, sobre todo cuando vio que a algunos de sus enemigos, estando vivos, les cortaban las orejas, la lengua, los brazos, las piernas, hasta que el infeliz moría.
Después de este dramático suceso regresaron a su lar, la región que mas tarde en la historia tomaría el nombre de CASMA, con su precioso cargamento, compuesto de muchas grandes aves y enormes atados de las maravillosas plantas extrañas, pero no trajeron semillas pues no era su época, quedando en volver en otra ocasión.
Días después, Huangana propuso al Jefe Supremo grabar en las rocas, las vivencias realizadas por sus huestes en la reciente aventura, para perennizar las proezas de los guerreros Sichis. Como éste era el deseo del Jefe Supremo, accedió de buena gana.
Es así como Huangana, apoyado por un grupo de Sechinenses con alma de artistas, plasmaron en las rocas bajo su hábil dirección todas las feroces vivencias guerreras, fue un arduo trabajo de mucha paciencia, habilidad y buen gusto. Finalmente al contemplarlas el Jefe Supremo se mostró muy complacido, ordenando pilcarlas para que sean observadas por propios y extraños.
Este recinto mas tarde fue convertido en Templo de Ceremonias “Mudo testigo de una estirpe de feroces guerreros”
Pasado el tiempo, esta zona de la costa, fue asolada por una extraña peste que terminó con todos sus habitantes.
EPILOGO
Tantísimos años hacen de estos sucesos, que la mano del tiempo fue cubriendo de tierra y arena, los vestigios de algo cruel y salvaje que una vez ocurrió.
Posteriormente estas regiones fueron ocupadas por los quechuas, quienes a su vez, fueron conquistados por los bárbaros españoles.
Ya en la época de la República, un estudioso Arqueólogo llamado Julio Cesar Tello, logró descubrir vestigios del Templo Ceremonial de los Sechinenses.
El Instituto Nacional de Cultura y la Firma Alemana Volwagen entre otros, se han encargado, mediante minuciosos proceso de excavación, mostrar esta nueva maravilla al mundo entero.
Uno de los Arqueólogos encargados de estos trabajos, tenía una teoría de la forma como habrían sido hechos estos grabados en bajo relieve en las rocas, según él, era resultado de sobar piedra con piedra para producir estos grabados.
Quisiera que este Señor Arqueólogo, al tener la suerte de leer esta leyenda, cambie de parecer. De lo que si estoy seguro, es que con la desaparición de las grandes aves, nunca mas se harán grabados en bajo relieve, como los que ahora son nuestro orgullo y la admiración de turistas y estudiosos del mundo entero.
Por:
CÈSAR VILLANUEVA LÒPEZ.
(Casma – 1936/2008)
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