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jueves, 11 de marzo de 2010

EL ÙLTIMO AMANECER (Relato de Augusto Llosa Giraldo)


EL ÙLTIMO AMANECER

Un leve viento madrugador recorrió agonizante los últimos cobertizos y refugios conocidos de aves y animales salvajes de las especies más raras que asustadas despertaban de su sueño; los sobrecogió a todos y en su afán instintivo, animal algo les decía que debían partir de inmediato. Así lo hicieron: las aves multicolores levantaron vuelo cuando los primeros rayos del sol dejaban filtrar sus hebras de oro y los cubría resplandeciente. Era hermoso divisar este inusual juego de luz que cegaba; mientras las bestias grandes y pequeñas alborotadas provocaban una estampida desordenada, crucial en aquella selva virgen del llano amazónico, animado bulliciosamente por un griterío estridente de los mil diablos de toda clase de pajarracos, simios y animales que en dirección norte corrían, trepaban, volaban desesperadamente. Era estremecedor contemplar está abrupta decisión jamás convocada en la historia de los animales.
El tumulto inesperado cogiò por sorpresa de igual manera a los integrantes de una tribu que poblaba selva adentro; a penas tuvieron tiempo para coger sus pocas pertenencias y echarse al río en sus pequeñas embarcaciones cuando por un poco la estampida los coge dormidos; ya el brujo lo había anunciado días antes que nadie creyó. Ahora lo habían perdido todo sin entender aún que es lo que había pasado en su territorio tan lejano y abandonado por las autoridades de los gobiernos que han pasado en la historia, y el hombre moderno y su mezquindad a cuesta.
Las rústicas barcas apenas pudieron cobijar a todos los niños, las mujeres y los ancianos; la mayoría de los varones tuvieron que echarse al agua sobre troncos de árboles secos y navegar sobre ellas. Era un éxodo fluvial no anunciado que maldecían en su lenguaje poco conocido, sus caras configuraban una evidente preocupación y la ansiedad por conocer el origen de su tragedia. El brujo conocedor de sus limitaciones sólo atinaba a mirar y callar aquella fuerza desconocida que a todos envolvía.
La estrepitosa huída de toda especie animal cubrió una amplia zona de la jungla que abarcaba muchos kilómetros a la redonda; en tanto el terreno temblaba en medio de un ruido ensordecedor, y una floresta enmarañada que en pleno movimiento parecía querer huir, cuando el sol asomó a plenitud, y vio preocupado este laberinto mortal que para muchos animales pequeños fue su tumba segura.
Cuando la distancia separó a todos de su hábitat natural y parecía que todo era una entupida decisión irracional, se comenzó a escuchar un leve sonido entre el susurro del viento y los árboles abandonados que se mecían vacíos, completamente deshojados; era un pájaro mecánico que volaba raudamente y que poco a poco cubrió todo el entorno del espacio silente que moría, en medio de un territorio destrozado que minutos antes había muerto para siempre.
Era el último amanecer disfrutado a plenitud por aquellos seres desprotegidos de su mundo habitual- ahora condenados- por el progreso inconsciente del hombre y sus absurdos intereses que nunca terminan saciados.

2 comentarios:

Unknown dijo...

HOLA AUGUSTO,
TE FELICITO POR TUS PRODUCCIONES, TIENES TEMAS VARIADOS. PEEEEROO ME GUSTARIA QUE PUEDAS ESCRIBIR SOBRE LA MUJER EN SU PAPEL DE MADRE, AMIGA, ESPOSA, LIDERESA, HERMANA A VER SI ESTAS INSPIRADO. SIGUE ADELANTE, SALUDOS
ELIAN

AUGUSTO LLOSA GIRALDO dijo...

Gracias amiga por tu comentario, tratarè de complacerte n lo posible.