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martes, 23 de noviembre de 2010

EL ALGARROBO - Por Augusto Llosa Giraldo.

EL ALGARROBO

                                                                   Para J.R.A  por su inolvidable inspiración.


Un pequeño oasis de algarrobos en medio del desierto que
rodea al Manchàn.

El desarraigo familiar los llevó a trajinar por diversos lugares de tierras lejanas en donde el padre no encontraba trabajo para paliar el hambre que los consumía de a pocos.
De lo que fue la familia solo quedaban tres, dos habían sido vencidos por la hambruna y la tristeza, los lloraron y tuvieron que enterrarlo en cualquier terreno baldío.
Para muchos amigos que conocían a este clan familiar - al parecer - sufrìan  de una enfermedad congénita o una maldición que no encontraba explicación.

De tanto caminar llegaron a una tierra que los plantó de pronto, había agua cristalina que discurría de un pequeño río y una inmensa floresta de algarrobos en medio de un desierto que los rodeaba lleno de variadas especies de animales que podían cazar a su gusto. Decidieron acampar y quedarse unos días, armaron una pequeña choza junto a un frondoso algarrobo y al final de tanto cansancio, agotados se quedaron dormidos en un profundo sueño que los envolvió a los tres.

Por coincidencia los tres tuvieron el mismo sueño; soñaron que el algarrobo que los protegía les hablaba despacio a cada uno con una voz melodiosa, como tratando de acurrucarlos y darles confianza y cuando se dieron cuenta de pronto, cada uno fue envuelto por sus pequeñas ramas que olían a un perfume embriagador y de cada faique que colgaba salía una música suave, deliciosa que jamás habían escuchado y tuvieron miedo.

No había caso, se encontraban atrapados por este enorme árbol que había cobrado vida, quien al son de un sonido raro que emanaba del entorno, se movía en un sincronizado vaivén, y era tanta la alegría que irradiaba que las lagartijas y los cañanes salieron de sus escondrijos y en perfecta armonía se contorneaban, mientras que los zorrinos y pumas del monte saltaban en señal de aprobación.
Lo que parecía ser un sueño se había convertido en una absurda realidad del que no salían, muy a pesar del esfuerzo inicial. Pasados los minutos uno a uno fue cayendo en un profundo sueño, se olvidaron de todo cuánto le rodeaba. Este acontecimiento trastocó la memoria de cada uno y le fue borrado todos los malos recuerdos que guardaban en lo más profundo de su ser, así como imágenes y marcas de sufrimiento que les laceraba su enanejada vida. En cambio el algarrobo le hizo conocer la técnica del preparado de la sabrosa algarrobina, así como el tostado del faique para preparar “café”, amén de otros usos domésticos que tiene esta especie en la costa peruana.

Las horas había trascurrido sin que nadie se diera cuenta, salvo los mamíferos y diferentes especies que se habían congregado alrededor de ellos que aún dormían un placido sueño; pareciera que esta familia nunca había dormido mejor que aquella ocasión. Fue el calor sofocante del mediodía que los hizo despertar y de pronto se sintieron  como nuevos, con mucho animo, se miraron a los ojos y notaron que tenían hambre, lo primero que hizo el padre por instinto, fue comenzar a masticar las faiques que se encontraban tirados a montones en el suelo y olían bien, lo siguieron madre e hijo. Probaron que el sabor del faique, fruto del algarrobo era delicioso, se hastiaron y para completar su delicia no tuvieron mejor idea que darse un chapuzón en el riachuelo que se encontraba delante de ellos.

Antes del atardecer reforzaron la pequeña choza que los cobijaba, luego charlaron los tres y decidieron pernoctar por un buen tiempo en dicho lugar, en donde percibían estar protegidos por un extraña sensación que no encontraban explicarse y observaban a su alrededor que no les faltaría nada; al anochecer volvieron a dormir juntos alrededor del algarrobo que esta vez sòlo los acurrucó como a niños para que no tengan frío.





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